
Dicen que gira alrededor de la tierra. Y que no es que se esconda de día, sino que prefiere la complicidad de la noche para mostrarse.
Dicen que mientras da vueltas alrededor nuestro, se mueve para coquetearnos, y para que el sol la maquille todos los días de modo distinto.
Dicen –dicen- que es cambiante, fluctuante y ciclotímica, y que hay una cara que nunca nos muestra.
Dicen que tiene un nombre que todos conocen… pero también montones de apodos, que sus amantes pronuncian cuando ella entra al cuarto. La emoción creciente. La paciencia menguante. La mirada nueva. El alma llena.
Cuando Neil (porque dicen que Neil se llamaba su primer amante) al fin pudo tocarla, no pudo menos que acordarse de todos quienes –desde lejos- la pretendían.
“Es un pequeño paso para el hombre…”, le susurró él. Y ella, que al fin se sintió llena y al mismo tiempo acompañada. Al fin mostró su piel desnuda y blanca a la humanidad.
Desde entonces ya nada fue igual. Y fue imposible dejar de mirarla cuando descubre de sombras un hombro primero, el otro después, para dejar caer –finalmente- su vestido de sombras y entregarse al placer de iluminarnos la noche, la piel y la sonrisa.
Dicen que sonríe. Aunque no pueda verla desde acá. O al menos me gusta que eso crea, para que no le de vergüenza y se esconda otra vez en el cuarto. Crecientes las ganas, pero menguante la mirada.