12 de diciembre de 2013

¿MIRASTE HACIA ARRIBA HOY?

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11 de diciembre de 2013

CÓDIGO DE FALTAS

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3 de agosto de 2011

EPIFANIA DIARIA #04

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18 de septiembre de 2010

VERTIGO



¿Cómo diferenciar "lo esperado" de "lo deseado"?

Lo deseado, siempre es esperado.

Lo esperado, no siempre es deseado.

Es por eso que un beso es

-siempre-

la antítesis de la muerte.

1 de septiembre de 2010

EPIFANIA DIARIA #03

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23 de agosto de 2010

EPIFANIA DIARIA #01

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16 de julio de 2010

100 BESOS DESPUES DE


Uno, dos, tres, cuatro... se suceden como una metralla nerviosa. Breves. Tibios. Diez, once, doce... el cuerpo todavía sonríe, el alma aún late. La caricia es una sola pero se prolonga, y a su paso repite sensaciones apenas pasadas... como mirar la propia sombra, que sigue estando allí al apagarse la luz.

Veinticinco... ventiseis. El tiempo se aletarga: se pone a tono de los amantes. Es un paréntesis, un páramo, el corazón del tornado. Nada se mueve excepto los ojos, buscando complicidad para un nuevo beso. Veintisiete. Y otra vez los dientes -ahora propios- mordiendo el labio. "¿Cómo te convencí de llegar hasta acá?".

Cuarenta y dos. ¡Qué grande sería esta cama sin vos! Pienso al dar la vuelta y observar ese mar picado de sábanas revueltas que me separa de la otra orilla. Luego los ojos en el cielo raso y tu voz como un GPS que me indica otra vez el camino correcto: cuarenta y tres. "¿Dónde fuiste?". Lejos: al otro lado de la cama.

"¿Dormís?". No... solo disfruto tus caricias. Setenta y uno. Casi todo es quietud. Nada ocurre. No en el espacio seguro de sus brazos. No en la trinchera calma de sus piernas. Te sentís en paz con vos... setenta y dos. Y sos feliz.

"¿Qué hora es?". Son las... noventa y cinco. "¿Qué día es hoy?" Noventa y seis. Del suspiro al bostezo disimulado. Del bostezo a la pregunta. "¿Cuánto falta para la próxima vez?" Noventa y siete. Dormí. Noventa y ocho. "Ojalá sueñe con vos". Seguro: voy a estar al lado tuyo. Noventa y nueve.

Tu cabeza en mi hombro, mi mano en tu cintura y la tuya en mi pecho. Cerrás los ojos y sonreís satisfecha mientras caes dormida. "¿Cómo te convencí de llegar hasta acá?". La respuesta tampoco está en el cielo raso, que de apoco se oscurece... hasta quedar... Cien.

17 de febrero de 2010

AUNQUE NO.


Son tantas las ganas que tengo a veces de verte...

Son tantas las veces en que pienso como estarás... que estarás haciendo....

Son tantas las veces que veo al cielo sin nubes con formas, que imagino entonces tu sonrisa para poder sonreir yo.

Y te me apareces de improvisto (como se aparecen todas las musas), atacando por la espalda cuando uno no las espera.

Y ahí se quedan (y ahí te quedás) hasta que las palabras colman el límite del silencio, y se derraman sobre el teclado, sobre el papel, con fuerza de surcos que trazan un camino que
-quién sabe!- me pueda guiar a vos.

Para volver a sonreir. Aunque no haya nubes.

3 de enero de 2010

PRONOSTICO EXTENDIDO


Abro mis labios:
"Cada gota, un húmedo beso".
Pienso. Siento.
O quizás,
"Cada gota, un reto".
Un reclamo.
Tal vez hasta para las nubes
sea evidente
que voy en la dirección contraria.
"No estoy dormido: solo soñando".
Pero no entienden:
el despertador natural insiste
con los retos. Los húmedos besos.
Truena el cielo
deslinda responsabilidades:
"Tiempo no es lo mismo que clima".
Y sin embargo, he de superar a ambos.
Conozco el camino que me lleva
a tu lugar y a tu sonrisa
y a tu mirada que me avisa que
"tiempo no es lo mismo que clima".
Ya lo sé.
Pero abro mis labios e igual espero,
a superar la prueba del tiempo
y que seas vos
entonces
quien llueva sobre mí.
En cada gota.
Cada húmedo beso.

6 de octubre de 2009

COMO LA LIEBRE

Como en el cuento donde la tortuga le disputa una carrera a la liebre, me propuse correr contra tu recuerdo.

Como la liebre, voy confiado de mis ventajas, seguro de manejar las distancias. Voy convencido de que al voltear ya no voy a verte: ha de ser suficiente saber que no estás en mi camino.
Como en el cuento -como la liebre- voy pisando confiado el suelo que conozco: ya enfrenté justas como esta en el pasado, pensaba. No necesito correr.

Pero al intentar pasar la página, la historia que ya conozco no deja de sorprenderme. Y cada vez que levanto la vista encuentro rastros de vos que -como en el cuento, la tortuga- te multiplicás en los rincones.
Y no importa cuánto corra ni en qué dirección: el camino ya está marcado por tus huellas, que lo surcaron un instante antes de mí.

Como en el cuento donde la tortuga le disputa una carrera a la liebre, me propuse correr contra tu recuerdo... y he perdido cada día desde entonces.

Y ahora no sé si era un cuento o será una fábula. Pero... es que no me gusta la moraleja.

20 de agosto de 2009

BREVE Y PERFECTA













Ella es perfecta
como la gota de agua,
que luego de la lluvia,
pendula de la hoja.

Ella es tan perfecta...
que no lo sabe
y aún pendula como una gota,
en mi alma seca.

16 de agosto de 2009

ESCRIBIR SOBRE MI


Como diría Dalmiro Saenz, escribir sobre mi es complicado: prefiero escribir sobre la mesa.
Igual la mesa no dice nada de mí.
Complicado sería que la cama hablara de mi.
Hablar es complicado.
Pero complicado-complicado es tratar de entender a las mujeres.
Igual las mujeres siguen siendo mi razon y mi excusa para todo.
Para hablar y no hablar.
Porque para no hablar siempre hay excusas.
Pero para hablar hay que buscarlas.
Y en los ojos de una mujer hay montones.
Y hay montones de ojos para mirar.
Pero, ¿acaso se miran los ojos o se refleja la propia mirada?
Echo una mirada sobre tus ojos y pienso: "esos ojos no dicen nada de mí".
Aún.
Pero, ¿qué podrían decir tus ojos?
Me gusta más pensar que lo digan tus labios.
Los labios que son dos.
Nunca lo pensé matemáticamente, pero...
qué lindo cuando se multiplican!
Dos son un número natural, pero cuatro... ya es complejo.
Igual tus labios no dicen nada de mí.
Aún.
Cuando lo hagan, podrás conversar con la cama.
Quién te dice... quizás hasta tengan algún tema en común del que charlar.

24 de mayo de 2009

ORDENADAMENTE


Podría nada más repetírtelo. Decirlo de mil formas distintas. Escribirlo en letras de forma, con colores, arabescos, fondos y dibujos.
No sería lo mismo.

Igual que una sonrisa, una mirada... un beso, las palabras tienen una vida perdurable. Sólo perdura su recuerdo, su sonido... o como mucho, la marca del rouge en un pañuelo. Pero su vida es breve. Fugaz.

Las palabras están hechas para morir. Por fortuna.
Solo reencarnan cuando se reordenan, cuando forman filas y marchan en frases... marcando el paso sobre el batiente de un corazón que redobla.

Ahora podría nada más repetírtelas... pero serían palabras sin vida.
Una naturaleza muerta. Una anti-naturaleza muy viva.
Un obituario de flores y frutas que ya no perfuman.

Prefiero en cambio limpiar la tela. Pintar una escena nueva... y pincelar con los mismos colores una obra distinta.

Podría nada más repetírtelas... y poner a prueba mi capacidad de reciclarme.
Pero tengo la impresión, muy dentro mío, que nada te gustaría más que guardar aquella pintura... esa naturaleza muerta que significa tanto para vos:

"Es lindo ver algo desordenado como tu pelo tan cerca de unos ojos tan ordenadamente lindos".

27 de diciembre de 2008

QUÉ COSA FUERA


Canta Silvio Rodriguez: "¿Qué cosa fuera? / ¿Qué cosa fuera la masa sin cantera?".

Es que hay cosas que solo tienen sentido cuando se las mide por su fin... su utilidad... su destino o destinatario.
Apresurándome podría decir que TODAS las cosas son solo valiosas si cumplen esa regla... pero es viernes y no tengo ganas de pensar.

Me quedo entonces en la comodida de decir que "la mayoría" de las cosas sólo tienen valor, en tanto lo tengan "para algo" o "para alguien".

No es distinto con las palabras.

¿Qué cosa fueran las palabras sin unos oidos deseosos de oirlas? Ruido, creo. Lo confirmamos cada vez que escuchamos a alguien hablar cosas que no nos importan... ¿quién puede decir qué valor tienen esas palabras?

Y se me ocurre pensar que la responsabilidad es compartida. Quiero decir: que las palabras tengan un valor para alguien... depende de ese alguien y de las palabras. Depende de que se proyecte entre ambos un puente de intereses compartidos, de voluntades, de intenciones... para que las letras los puntos y las comas puedan pasear sobre él libremente, sin prisa pero sin pausa también, para que lleguen en el orden que deben. Al tímpano. Luego a la cabeza. Finalmente al corazón (en ese orden, de ser posible).

Pero, ¿qué le da el valor a las palabras? ¿Será acaso la palabra misma? No lo creo: hay modos y modos de usar las mismas palabras y que al final digan diferentes cosas.

¿Será entonces, acaso, que el valor está en quién las recibe? ¿Que es un juego de negociación constante, donde el autor vende unas letras que el oyente se encargará de dar valor, cual tasador en una compra-venta? Es altamente probable.

Y es que si el oyente no presta atención, de seguro esas palabras serán para él/ella solo ruido blanco que -como agua a través de las piedras- dejará como mucho una marca imposible de diferenciar del resto.

En cambio, si el oido atento se detiene un instante... de pie junto a ese arroyo de palabras... parado sobre el puente indispensable entre uno y otro, es probable que pueda escuchar el suspiro alegre de las piedras al ver llegar el agua, y el lamento constante de una despedida que saben definitiva. Pero en ese transcurrir del agua por debajo del puente, con suerte una gota -una palabra... o dos... o cien- te salpique y te moje. Y se haga parte de vos y de tu día.

Claro que en un momento se secará. Pero si las dejas, no tardarán mucho esas gotas en completar su ciclo de vida: al timpano... luego a la cabeza... y por fin al corazón.

31 de agosto de 2008

CUANTA LIBERTAD


¿Cuánto más deberá escribirse acerca de "la libertad" antes de entender que la LIBERTAD no es tema para escribir, sino un modo de vivir? ¿Cuánto, para darnos cuenta que la libertad es al alma lo que el aire a los pulmones?

Un cantante que me gusta mucho, en una canción que me gusta mucho, cuenta de un muchacho que "piensa que la alambrada solo es, un trozo de metal"... algo que nunca puede detener, sus ansias de volar.

Por ahí... la cuestión sólo pasa por planteárselo. Pasa por regalarnos a nosotros mismos el goce de esa libertad que nos hace plenos, que nos abre caminos, que nos pinta de colores la vida.

Me decías que vos no tenés la misma "libertad de expresión" que yo. ¿Estás segura? Creo que TODOS la tenemos: la libertad nace con nosotros, es parte de nuestro espíritu que -por suerte- no conoce de ataduras.

Una vez leí que "hay quienes viven encerrados en cárceles que no son otra cosa que sus propios huesos". Sucede a menudo que somos nosotros mismos quienes nos ponemos límites... más duros que los que otro podría ponernos jamás. Pero como no nos gusta reconocernos débiles... ni controlados por nadie (ni siquiera por nuestros propios prejuicios, temores o vergüenzas!), encontramos a alguien o algo que lo justifique. Y si no existe, nos lo inventamos.

Lo importante ha de ser quedarnos con las ganas todo el tiempo. Digo yo. Se me ocurre improvisar alguna excusa para la angustia de querer hacer... de querer decir... de querer sentir... y no poder. Y no querer. Bah: para el caso es lo mismo.

Acá estoy, en mi almuerzo, viendo cómo humea la sopa, y escribiendo mientras un aroma a zapallo me invita a que deje el teclado. Pero me había propuesto escribir... y es mejor no postergarlo: a veces el calor de un caldo puede ser más duradero que un ímpetu del alma. No quería someterme a la reja de mis propias excusas. ¿Por qué habría de hacerlo?

Tengo ganas de escribirte. En realidad, más ganas de hablarte. Y más aún: de verte y oirte. Pero tampoco puede ser excusa no tener el 100% de lo que uno quiere. Entonces me asomo a espiarte un poquito por dentro... a soplar sobre los estantes llenos de polvo de tus ganas... esos que quedaron tapados por tus excusas/razones. Si lo que estás leyendo, de algún modo te toca... quiere decir que ya dejaste entreabierta la claraboya.

26 de febrero de 2008

NO TE LLAMARÁ POR LA MAÑANA



Calor. Mucho calor afuera.
Calor. Mucho calor adentro. Adentro del pecho... bajo la piel... en las manos que transpiran después de pensar uno dos tres minutos. Mil.
En vos.

Pensar. Nada cuesta pensar.
Soñar. Tampoco nada cuesta soñar.
Pero además es lindo.
Pero además es dulce.
Pero además emocionante.
Soñar.

Hay toda clase de sueños.
Los que terminan bien y los que terminan mal. Pero todos terminan. Todos.
Al fin, y solo al fin, te das cuenta que eso es lo que menos importa.
Porque recién cuando te refregás los ojos... cuando bajás pesados los párpados que frenan apenás ese sol que insiste en despavilarte... recién ahí, caés en la cuenta.

En la cuenta de que cada noche asistís a ellos con la engañosa esperanza de que duren para siempre.
Los mismos que por la mañana velarás con tu fiaca como único deudo.
Los mismos que habrás de resucitar horas más tarde, para volverlos a abrazar y a festejar y a amar.
Amantes de una noche que cuando despiertes, justo cuando despiertes, ya se habrán ido.

Pero que linda noche pasaron juntos!

18 de noviembre de 2007

RIMEL CORRIDO


Esta noche hablamos de amor
y te vi llorar por vez primera,
quisiera decir última
mejor habría sido nunca.

Llorabas con lágrimas entintadas
llorabas y me maldecías
por el rimel corrido,
por la gota derramada.

Hablábamos de amor como de cuchillos
de dos filos
(como si no lo supieras!)
que te lastiman.
Y puede ser.

Pero es que no llorabas lágrimas de hoy,
sino aquellas que debiste liberar
hace mucho, y yo lo sé
aunque no me lo digas.

Y es que llorabas
como el que una vez se quemó con leche
y tiempo después ve una vaca,
y la maldice,
aunque las vacas no sepan de amor.

24 de octubre de 2007

FASE


Dicen que gira alrededor de la tierra. Y que no es que se esconda de día, sino que prefiere la complicidad de la noche para mostrarse.
Dicen que mientras da vueltas alrededor nuestro, se mueve para coquetearnos, y para que el sol la maquille todos los días de modo distinto.
Dicen –dicen- que es cambiante, fluctuante y ciclotímica, y que hay una cara que nunca nos muestra.
Dicen que tiene un nombre que todos conocen… pero también montones de apodos, que sus amantes pronuncian cuando ella entra al cuarto. La emoción creciente. La paciencia menguante. La mirada nueva. El alma llena.

Cuando Neil (porque dicen que Neil se llamaba su primer amante) al fin pudo tocarla, no pudo menos que acordarse de todos quienes –desde lejos- la pretendían.
“Es un pequeño paso para el hombre…”, le susurró él. Y ella, que al fin se sintió llena y al mismo tiempo acompañada. Al fin mostró su piel desnuda y blanca a la humanidad.

Desde entonces ya nada fue igual. Y fue imposible dejar de mirarla cuando descubre de sombras un hombro primero, el otro después, para dejar caer –finalmente- su vestido de sombras y entregarse al placer de iluminarnos la noche, la piel y la sonrisa.

Dicen que sonríe. Aunque no pueda verla desde acá. O al menos me gusta que eso crea, para que no le de vergüenza y se esconda otra vez en el cuarto. Crecientes las ganas, pero menguante la mirada.

4 de octubre de 2007

"¿Triste por qué?"


Escuché que "una imagen vale más que mil palabras"... pero tu voz de ayer en el teléfono valió más que mil imágenes.

"Estoy triste", me dijiste, haciendo una ejemplar economía de palabras. Sentí el impulso, claro, de preguntarte: "¿Triste por qué?". Pero me contuve. Y luego ya no supe qué decirte... casi como rindiendo en exámen tu lección acerca de la síntesis.

"¿Triste por qué?". Es que... ¿importa realmente acaso?

Alguien nos cuenta que esta triste o con los ánimos en baja, y enseguida todos saltamos a decirle: "No... dale... levantate... no te sientas mal" y esas cosas.

Pero la verdad es que TODOS MERECEMOS SENTIRNOS MAL... alguna vez... algunas veces. TODOS TENEMOS EL DERECHO a generar (y disfrutar!) nuestro pequeño "duelo" por aquellas cosas que nos hacen mal.

Cosas que, no importa el valor intrinseco que tengan... sino más bien el que cada uno de nosotros les da. Podemos estar tristes por un resultado deportivo, por nuestra situacion laboral, amorosa, de estudios... por la ida de algun ser querido (o por la llegada de algún otro no tan querido, por que no!).

Lo cierto es que todos podemos / debemos / necesitamos sentirnos mal alguna vez.

La tristeza funciona en nosotros como el pinchaso en el dedo del costurero... o el raspón en las rodillas de los chicos cuando aprenden a andar en bicicleta. No perdemos la sensibilidad, pero aprendemos a afrontarlo cada vez mejor.

Todos tenemos el derecho a estar tristes. La tristeza (como si de un Yin-Yan se tratara la vida) nos permite disfrutar de un modo mucho más pleno los momentos de alegría. Y es que nos movemos, ni más ni menos, que en un mundo reglado por pares opuestos... y la alegría es tal sólo en comparación a la tristeza.

De modo que... no te levantes de donde estás. No sonrías ante un espejo roto. Y por muchas ganas que tengas, no seques esas lagrimas! Moja tu dedo con ellas y, cuando te sientas capaz, pasa la página.

30 de septiembre de 2007

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26 de septiembre de 2007

MARCADO CON UNA X


Tenemos la costumbre de etiquetar las cosas con nombres que nos hagan más fácil la tarea de convivir con ellas. Un vaso es un vaso; un micrófono… es un micrófono! Y así.

Claro que más interesante es cuando etiquetamos a la gente. Y más extenso también. “Amigos”, “Compañeros”, “Conocidos”, “Colegas”, “Vecinos”, “Novias” (y novios)… y, claro está: también todos los “ex” correspondientes a cada uno.

No hay mayores discusiones para diferenciar a unos de otros. Es fácil marcar las diferencias entre un amigo y un compañero o colega o vecino.
¡Y ni hablar con los “ex”! Para diferenciarlos basta una mudanza, un cambio de trabajo, una discusión o una lágrima (ustedes tachen lo que no corresponda).

Pero… ¿qué pasa cuando alguien es todo eso junto? Quiero decir… cuando alguien fue compañera, amiga, novia, amante… en ese orden y alternadamente.
Qué pasa cuando alguien que ocupó todos esos lugares, ya está más allá de cualquier “ex” posible. Cuando esa persona está presente a cada minuto… pero nunca pasa a marcar tarjeta.

Y ya no tiene etiqueta posible. Hace rato dejó de ser tu compañera, y ya no es tu amiga porque… bueno: por la misma razón que ya tampoco es tu novia ni tu amante. Y se convierte en algo así como un “conocido vip”.

Entonces volvés a la calle a caminar solo, con la sensación extraña de que hay “alguien” a quien conocés demasiado, pero camina sobre baldosas de otro color. Como el alfil.

Y ya no tenés una etiqueta para ponerle… pero sabés que nunca será tu “ex”.
Hasta que vuelvas a cruzártela en una baldosa y por un rato vuelvan a ser amigos, conocidos o amantes (ustedes tachen lo que no corresponda).

27 de agosto de 2007

¿CUANTO DURA UN BESO?


Es dificil medirlo en segundos. Mucho menos en minutos porque... al besar los segundos se vuelven minutos y los minutos horas. Perdés la conexión con el tiempo y recordas que, como decía Einstein, el tiempo es una variable... "relativa".

¿Cuánto tiempo es mucho para un beso? NINGUNO.

¿Cuánto tiempo es poco para un beso? CUALQUIERA.

Un beso puede medirse como el clima: por TEMPERATURA... por HUMEDAD... por PRESION... pero no por la hora. En general poco importa a que hora empezó a llover y a que hora terminó, sino CUÁNTO llovió. Y anoche llovió mucho... aunque tibio.

¿Cuánto tiempo dura un beso?

Un beso dura solo una noche. Pero también puede durar toda la vida. Los primeros, vienen envasados al vacío. Los segundos, vienen envasados "al lleno" (de recuerdos, emociones, sensaciones, ganas, impulsos, temblores, suspiros, dudas y certezas).

Los besos al vacio duran una noche. Dura lo que dura la oscuridad que los cobija, la noche que les sirve de excusa y de morada. Pero nada más. Son besos que se desvanecen por la mañana, y que su sabor acaba por diluirse de los labios... al lavarse los dientes, y antes del desayuno ya no están más.

Pero los otros, los que traen montones de recuerdos y sensaciones en su etiqueta, esos no tienen fecha de vencimiento. Son besos para toda la vida, aunque no sean inmortales ni eternos (como lo son los diamantes). Porque un beso -cuando pasó- es ante todo un recuerdo, cuyo valor está en las sensaciones que rememora... en la tibieza que vuelve a los labios al evocarlo... en el escalofrio que te recorre la espalda al pensar en lo que -en su momento- fue un temblor en las piernas, en las manos, en el pecho. Y esos recuerdos solo tienen valor para quien los atesora... y mueren junto con él, porque no tendría sentido seguir.

¿Cuánto tiempo dura un beso?

Un beso verdadero dura toda la vida. De los otros... no vale la pena hablar, porque esta explicación dura más que su misma tibieza.

Ojalá puedas guardarlo por siempre. Ojalá el tiempo demuestre que no estaba envasado al vacio.

14 de agosto de 2007

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13 de agosto de 2007

"GRACIAS POR EL DOLOR..."


Nada soy y nada tengo... si no estoy a tu lado, si no te tengo. Cómo puedo pretender siquiera articular unas palabras en esa situación. Es muy difícil.

Más aún, intentar decirte algo que no te haya dicho ya antes. Porque... vos viste: uno se siente como en la (muy agradable, por cierto) "obligación" de de decir siempre cosas nuevas, o cuando menos... las mismas de siempre, de otra forma.

Pero a veces escucharte me afloja los tornillos, y se me caen todos los soportes, los tutores que me mantienen en pié.

Sé que esto no te ayuda mucho para que aguantes. Sé que preferirías de mí un poco más de fortaleza, para sentirte apoyada y no tan sola. Pero no siempre es posible.

Gracias por hacerme sufrir tanto. Gracias por llenarme este pecho de lágrimas y el corazón de dolor. Gracias por regalarme todo este dolor tan dulce.

Desde Córdoba, sintiento tanta pero tanta vida.

28 de julio de 2007

"Doctor... el corazón me hace ruido"

(Inicio este blog con un texto viejo, que ya publiqué en otro blog, pero que me gusta mucho. Espero que también a ustedes.)

Tum-tum, tum-tum... acompasado como un reloj, el corazón es esa percusión tan linda de apreciar en el pecho de una mujer (perdonen las mujeres lectoras). Un recital al que siempre queremos volver.

Pero, ¿qué ruido hace un corazón cuando se rompe?
La panza hace ruido cuando se queja. Los pulmones silvan cuando se cansan... las articulaciones rechinan cuando duelen.

Los huesos... los huesos hacen ruido cuando se rompen. Pero me pregunto qué ruido hará un corazón cuando se rompe. Es decir: ¿habrá una onomatopeya capaz de reproducirlo?

Es como una de esas canciones que no por mucho escucharlas uno llega a aprender.
Se me ocurre semejante a un bandoneón. Un fuelle tanguero que se desinfla en la tristeza de su propio dolor. ¿Será por eso que el tango es triste? Talvez por ello habrá elegido Pichuco su instrumento. O Piazzolla.

"¿Qué ruido hace un corazón cuando se rompe?", es una buena pregunta que tiene una mala respuesta. Yo la sé porque la escuché un par de veces.

Yo la sé, pero no voy a decírtela... porque no creo que quieras escucharlo.

Chan-chan!