Mostrando las entradas con la etiqueta ¿Triste por qué? - Por Gabriel Kalenberg. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta ¿Triste por qué? - Por Gabriel Kalenberg. Mostrar todas las entradas

4 de octubre de 2007

"¿Triste por qué?"


Escuché que "una imagen vale más que mil palabras"... pero tu voz de ayer en el teléfono valió más que mil imágenes.

"Estoy triste", me dijiste, haciendo una ejemplar economía de palabras. Sentí el impulso, claro, de preguntarte: "¿Triste por qué?". Pero me contuve. Y luego ya no supe qué decirte... casi como rindiendo en exámen tu lección acerca de la síntesis.

"¿Triste por qué?". Es que... ¿importa realmente acaso?

Alguien nos cuenta que esta triste o con los ánimos en baja, y enseguida todos saltamos a decirle: "No... dale... levantate... no te sientas mal" y esas cosas.

Pero la verdad es que TODOS MERECEMOS SENTIRNOS MAL... alguna vez... algunas veces. TODOS TENEMOS EL DERECHO a generar (y disfrutar!) nuestro pequeño "duelo" por aquellas cosas que nos hacen mal.

Cosas que, no importa el valor intrinseco que tengan... sino más bien el que cada uno de nosotros les da. Podemos estar tristes por un resultado deportivo, por nuestra situacion laboral, amorosa, de estudios... por la ida de algun ser querido (o por la llegada de algún otro no tan querido, por que no!).

Lo cierto es que todos podemos / debemos / necesitamos sentirnos mal alguna vez.

La tristeza funciona en nosotros como el pinchaso en el dedo del costurero... o el raspón en las rodillas de los chicos cuando aprenden a andar en bicicleta. No perdemos la sensibilidad, pero aprendemos a afrontarlo cada vez mejor.

Todos tenemos el derecho a estar tristes. La tristeza (como si de un Yin-Yan se tratara la vida) nos permite disfrutar de un modo mucho más pleno los momentos de alegría. Y es que nos movemos, ni más ni menos, que en un mundo reglado por pares opuestos... y la alegría es tal sólo en comparación a la tristeza.

De modo que... no te levantes de donde estás. No sonrías ante un espejo roto. Y por muchas ganas que tengas, no seques esas lagrimas! Moja tu dedo con ellas y, cuando te sientas capaz, pasa la página.