30 de septiembre de 2007
26 de septiembre de 2007
MARCADO CON UNA X
Tenemos la costumbre de etiquetar las cosas con nombres que nos hagan más fácil la tarea de convivir con ellas. Un vaso es un vaso; un micrófono… es un micrófono! Y así.
Claro que más interesante es cuando etiquetamos a la gente. Y más extenso también. “Amigos”, “Compañeros”, “Conocidos”, “Colegas”, “Vecinos”, “Novias” (y novios)… y, claro está: también todos los “ex” correspondientes a cada uno.
No hay mayores discusiones para diferenciar a unos de otros. Es fácil marcar las diferencias entre un amigo y un compañero o colega o vecino.
¡Y ni hablar con los “ex”! Para diferenciarlos basta una mudanza, un cambio de trabajo, una discusión o una lágrima (ustedes tachen lo que no corresponda).
Pero… ¿qué pasa cuando alguien es todo eso junto? Quiero decir… cuando alguien fue compañera, amiga, novia, amante… en ese orden y alternadamente.
Qué pasa cuando alguien que ocupó todos esos lugares, ya está más allá de cualquier “ex” posible. Cuando esa persona está presente a cada minuto… pero nunca pasa a marcar tarjeta.
Y ya no tiene etiqueta posible. Hace rato dejó de ser tu compañera, y ya no es tu amiga porque… bueno: por la misma razón que ya tampoco es tu novia ni tu amante. Y se convierte en algo así como un “conocido vip”.
Entonces volvés a la calle a caminar solo, con la sensación extraña de que hay “alguien” a quien conocés demasiado, pero camina sobre baldosas de otro color. Como el alfil.
Y ya no tenés una etiqueta para ponerle… pero sabés que nunca será tu “ex”.
Hasta que vuelvas a cruzártela en una baldosa y por un rato vuelvan a ser amigos, conocidos o amantes (ustedes tachen lo que no corresponda).
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Marcado con una X - Por Gabriel Kalenberg
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